El Deporte NO es Salud pretende llamar la atención sobre cómo ha ido evolucionando el deporte y la forma en la que su práctica afecta a la salud. Los datos deberían decirnos lo beneficioso que resulta hacer deporte, sin embargo nada más lejos de esa realidad.

Carteles, folletos, médicos, fisioterapeutas…, en todas partes vemos u oímos lo bueno que es hacer deporte y los enormes beneficios que aporta a nivel fisiológico y mental. Los medios de comunicación repiten una y otra vez lo sano que es hacer deporte. No hay más que ver el aspecto atlético de quienes lo practican para entenderlo, ¿alguien puede pensar lo contrario?

Distintas publicaciones e incluso revistas de investigación publican artículos en donde se relaciona deporte y salud. Estas publicaciones suelen utilizar también expresiones como «actividad física» o «ejercicio físico» como sinónimos de deporte y ya veremos que exactamente no es así.

En cualquier caso, se pretende confirmar que una práctica deportiva cualquiera implica, por su naturaleza, un incremento en los indicadores de salud de sus practicantes.

El deporte, se afirma, tiene beneficios sobre el sistema muscular, cardio-vascular o a nivel psicológico, entre otros muchos. Reconozco que resulta extraño —y al menos controvertido— que se pueda asegurar que el deporte no es salud. Para dar un poco de luz al tema vamos a empezar por definir cada uno de los términos con claridad.

QUÉ ENTENDEMOS POR SALUD

La Organización Mundial de la Salud (Organización Mundial de la Salud, definición 1) define la salud como «… un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades». La Real Academia Española, (Real Academia Española, s.f., definición 2) por su parte, la define como el «Estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones»; y también como las «Condiciones físicas en que se encuentra un organismo en un momento determinado».

Aunque parezca una obviedad explicarlo, una persona que goza de salud no posee ninguna enfermedad, a la vez que disfruta de un estado físico, mental y social aceptable.

Hasta aquí todo bien. Parece que, en un primer momento, el concepto de salud encaja perfectamente con el criterio que la mayor parte de la población entiende como deporte.

QUÉ ES EL DEPORTE

¿Hace deporte el que sale a caminar o a correr? ¿Es deporte lo que practica quien anda en bici dos o tres días por semana? ¿Es correcto decir «voy a hacer deporte» cuando vas con los amigos a jugar un partido los fines de semana? ¿Es deportista el que va al gimnasio?

La definición de deporte ha variado mucho a lo largo del tiempo y hablar sobre ello daría para un artículo entero. La Real Academia Española define el deporte como (Real Academia Española, s.f., definición 3):

1. m. Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas.

2. m. Recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre.

Sin embargo esto no es del todo cierto. El concepto de deporte siempre fue muy controvertido hasta el punto que se han establecido diversas definiciones a lo largo del tiempo (Robles Rodríguez, J., Abad Robles, M.T., Giménez Fuentes-Guerra, F.J., 2009).

En la actualidad para que una actividad sea considerada deporte tiene que cumplir unos requisitos (García Ferrando, M. 1990. Castejón-Oliva, F. J., 2004):

1.- Existe un componente motriz

2.- La práctica se ha de organizar mediante unas reglas

3.- Su naturaleza tiene que ser competitiva

4.- Debe de estar institucionalizado

El Consejo Superior de Deportes (CSD) es el máximo organismo del deporte en nuestro país y de él dependen las federaciones deportivas (Consejo Superior de Deportes (1), 2021)

Es deporte el fútbol, el baloncesto o el judo; pero también lo es, y así lo reconoce el CSD, el baile deportivo o la petanca, aunque pueda sonarnos más raro.

A modo de curiosidad, la federación con mayor número de licencias es el fútbol con más de un millón y la que menos motonáutica, que no llega a 400 (Consejo Superior de Deportes (2), 2021).

QUÉ NO ES DEPORTE

Como respuesta a las preguntas del inicio de párrafo en el apartado anterior —QUÉ ES DEPORTE—, vamos a ver ahora qué no es deporte.

Si lo que hace no implica la participación en competiciones y por tanto no tiene que seguir unas reglas ni se encuentra institucionalizado, se dice que realiza actividad física. Si dicha actividad se encuentra planificada, estructurada y se lleva a cabo con cierta frecuencia, ya estamos hablando de ejercicio físico (Instituto de las Ciencias de la Salud y la Actividad Física, 2019, definición 5)

Hace ejercicio físico aquel que varios días a la semana sale a correr un tiempo determinado, «hace pesas» sobre distintos grupos musculares en un gimnasio o realiza ciclo indoor de manera habitual.

El ejercicio físico, en términos generales, es beneficioso para la salud tal y como lo avalan numerosos estudios. Entre los muchos beneficios, permite prevenir y tratar los principales factores de riesgo cardiovascular modificables, como la diabetes mellitus, la hipertensión y la dislipemia (Cordero, A., Masiá, M. D., & Galve, E., 2014); enfermedades endocrinológicas, como la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico o la obesidad (Bayego, E. S., Vila, G. S., & Martínez, I. S., 2012) o el bienestar psicológico (Jiménez, M. G., Martínez, P., Miró, E., & Sánchez, A. I., 2008).

Aunque parece que ha quedado suficientemente claro, conviene insistir en que el concepto de «actividad física» es bastante genérico, puesto que supone cualquier movimiento del cuerpo como caminar, levantarse del sofá o cocinar, por citar algunos ejemplos. Indudablemente el deporte y el ejercicio son actividades físicas, pero, evidentemente, no todas las actividades físicas son deporte o ejercicio, como ya hemos visto.

El que juega un partido esporádicamente hace actividad física, así como el que sale a caminar o a correr de vez en cuando.

EL DEPORTE ES DURO

Entendemos que colgarse una medalla, en cualquier deporte, es todo un logro, aunque requiere de un gran sacrificio: horas y horas de entrenamiento, alimentación, descanso, una limitación de la vida social,…

Sin entrar a valorar el tipo de deporte lo normal es iniciarse en la práctica deportiva en edades tempranas. La constancia en los entrenamientos y la disciplina, unidas a una planificación adecuada conseguirán que un deportista alcance niveles altos en la edad adulta. El deporte de base es lo que busca (Consejo Superior de Deportes (3), 2021).

La participación en competiciones y el resultado que se obtenga en cada una de ellas, entre otros factores, servirán de refuerzo para continuar o abandonar el deporte. Si continúa, la exigencia será cada vez mayor. Se necesitan más horas de entrenamiento y más esfuerzo para conseguir un alto rendimiento deportivo.

GENÉTICA Y DEPORTE

Aunque cada vez sucede menos, es bastante habitual creer que el campeón lo es porque tiene una predisposición genética para ello y eso no es del todo cierto.

Numerosos estudios (MacArthur, DG y North, KN., 2005. Magallanes, C., 2011. Menza, S. V., & Pérez, B. Z., 2020) evidencian que los factores genéticos heredados (genotipo) influyen en el rendimiento deportivo. A pesar de ello, no suponen un único factor y, por tanto, lejos de la creencia popular, para que las capacidades lleguen a manifestarse y por tanto sean medibles (fenotipo), se deben de tener en cuenta los componentes ambientales como entorno, sociedad, entrenamiento y tipo, alimentación y descanso entre otros.

Un individuo con un perfil genético adecuado para un determinado deporte puede no alcanzar grandes logros si no entrena lo necesario, no se alimenta adecuadamente o su descanso es insuficiente; más aún cuando pequeñas diferencias pueden determinar el llegar a obtener una medalla o no.

Por mucha dotación genética que se posea, queda patente el enorme esfuerzo, no solo en horas sino también en años de entrenamiento, que un deportista debe realizar para alcanzar un determinado nivel como puede ser el de consagrarse como deportista de élite.

En cualquier caso —independientemente del nivel alcanzado— a lo largo del tiempo el deportista ha sido sometido a distintas cargas de trabajo que igualan y en numerosas ocasiones superan sus capacidades.

LA ADAPTACIÓN

El motivo por el que las cargas de trabajo se tienen que incrementar progresivamente es debido a la adaptación del organismo a esas cargas.

La adaptación o síndrome general de adaptación (SGA) (De Camargo, B., 2004) la entendemos como el proceso mediante el que un organismo vivo es capaz de acomodar sus estructuras a los estímulos del entorno para conseguir el desarrollo de las mismas. Ello le permite incrementar la capacidad de respuesta hasta llegar a estabilizar sus condiciones ante esas demandas.

El estímulo que recibe el sujeto produce estrés y se encuentra íntimamente ligado a los procesos adaptativos, no pudiendo existir el uno sin el otro.

Selye fue quien en 1973 lo definió ante la organización mundial de la salud como “la respuesta no específica del organismo a cualquier demanda del exterior” (Citado por Barrio, J.A.; García, M.R.; Ruiz, I.; Arce, A., 2006. Pag. 38)

En el ámbito del deporte los procesos adaptativos funcionan de la misma manera y se encuentran determinados por diferentes fases. Cuando sometemos al organismo a un estímulo, en un primer paso este reacciona percibiendo e identificando el estímulo. A esta se la denomina fase de alarma.

Si el estímulo persiste, el organismo se ve obligado a mantener una activación fisiológica que le permita contrarrestar el efecto del estímulo adaptándose al mismo como puede ser aumentando las pulsaciones —el corazón late más rápido— o mediante la termorregulación a través del sudor. Esta es la fase de resistencia.

Si el estímulo llega a superar las capacidades del individuo, el organismo se ve imposibilitado a adaptarse al mismo o mantener la activación. En este caso se denomina fase de agotamiento.

Normalmente la tendencia de nuestro organismo es a equilibrarse para compensar los cambios del entorno a través del intercambio de materia y energía. A esto lo denominamos homeostasis (Real Academia Española, s.f., definición 5).

LOS PROBLEMAS DE PRACTICAR DEPORTE

En principio todo parece muy controlado, la clave está en mantener al individuo en un nivel de estrés equilibrado, ya que un estímulo muy bajo no produce adaptación y por tanto no hay ganancia y un nivel elevado de estrés, a la larga, generará efectos perjudiciales.

Los entrenadores planifican el entrenamiento de sus deportistas en función de diferentes fases en las que se tiene en cuenta las fechas de las competiciones. Cualquier inconveniente, como un simple catarro, puede llevar al traste la planificación de todo un año; ello puede suponer la pérdida de posiciones en el ranking y por tanto no ser convocado para competiciones importantes como un campeonato de Europa o un mundial, con lo que todo ello implica sobre todo en el deporte no profesional y ya no digamos en el deporte profesional.

Existen numerosos ejemplos en el alto rendimiento deportivo que evidencian lo fácil que es «pasarse» y todo ello porque entendemos que el cuerpo humano es una máquina perfecta a la que podemos someter a cualquier tipo de esfuerzo sin consecuencias negativas, pero no es así.

EL SISTEMA INMUNITARIO SE DEBILITA

Una de las debilidades que se observa en los atletas, durante fases de entrenamiento intensivo o la competición, es que se muestran susceptibles a contraer enfermedades infecciosas tales como la infección del tracto respiratorio superior (URTI). Ello es debido a que el ejercicio intenso altera una serie de parámetros inmunitarios (B. Fernández, N. Terrados, J. Pérez-Landaluce, M. Rodríguez, 1992. Pedersen, BK, Rohde, T. y Zacho, M., 1996. L. T. Mackinnon, 1997. F. E. Ríos Brito y G. Nicot Balón, 2010).

Suena a tontería pretender que los entrenamientos no sean tan intensos o intentar bajar el ritmo en las competiciones. Aunque en realidad sería lo saludable, estas hipótesis no caben en el ámbito del deporte.

LAS LESIONES DEPORTIVAS

Establecer un marco teórico para definir lo que es una lesión deportiva puede resultar complicado si nos atenemos a las aportadas por distintos investigadores quienes adoptan aquella que más se acerca a su objeto de estudio.

La RAE (Real Academia Española, s.f., definición 6) define la lesión en términos generales como un «Daño o detrimento corporal causado por una herida, un golpe o una enfermedad». Por otro lado, la definición más estandarizada en el ámbito del deporte y que a su vez más se aproxima a la que aporta la RAE se corresponde con: “cualquier daño físico o psicológico, consecuencia de una competición o entrenamiento, independientemente de la necesidad de atención médica o pérdida de tiempo” (Fuller, 2006; Pluim, 2009; Mckay, 2013; Timpka,2014).

La «American Medical Society for Sports Medicine» sigue la línea de este modelo de definición y hace hincapié en que las lesiones por «uso excesivo» están infravaloradas en la literatura científica. Lo justifica asegurando que la mayoría de los autores se centran en la pérdida de tiempo de la práctica deportiva (DiFiori, J. P., Benjamin, H. J., Brenner, J. S., Gregory, A., Jayanthi, N., Landry, G. L., & Luke, A., 2014).

Teniendo en consideración estas definiciones, al contraponerlas a lo que la OMS entiende por salud «… un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades», podemos afirmar que estar lesionado es lo mismo que carecer de salud.

LAS LESIONES DEPORTIVAS EN EL DEPORTE PROFESIONAL Y DE ALTO RENDIMIENTO

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La mayor parte de los deportistas, incluidos los de alto rendimiento, no perciben ningún premio en metálico por participar en competiciones o una ficha económica por pertenecer a un equipo. Estos atletas, que representan a su país en las competiciones internacionales, subsisten a base de becas que económicamente no siempre alcanzan a cubrir todas sus necesidades, pero sí que suponen una gran ayuda.

Para obtener una beca hay que conseguir una clasificación o ranking; bajar tan solo una posición en el ranking puede significar perder la beca y echar por tierra todos los años de esfuerzo, sacrificio, dedicación y renuncias a otros proyectos para alcanzar ese objetivo deportivo.

El fantasma que siempre acecha al deportista es el de las lesiones. Ya hemos visto que el sistema inmune se ve alterado al realizar grandes esfuerzos, con lo que resulta más fácil adquirir una infección, sobre todo en las vías respiratorias. Lo mismo sucede con el sistema músculo-esquelético. Las cargas pesadas de trabajo se traducen en debilidad en los músculos, tendones, articulaciones y ligamentos hasta el punto que un mal gesto se puede traducir en una lesión (DiFiori, J. P., Benjamin, H. J., Brenner, J. S., Gregory, A., Jayanthi, N., Landry, G. L., & Luke, A., 2014). Son claros ejemplos de ello Carolina Marín (Arriaza, R., 2021) o Rafael Nadal (Ramírez, N., Cuéllar, J. M., 2007).

El deportista de alto rendimiento se encuentra siempre en la disyuntiva entre su salud y su rendimiento, lo que aumenta considerablemente el riesgo de lesión y, por tanto, la pérdida de su salud debido al gran estrés que se genera por el entrenamiento excesivo (Bañuelos, F. S., 2004).

Las lesiones forman parte del deporte hasta el punto que es difícil encontrar a un atleta que «nunca» haya sufrido una lesión. No resulta extraño entonces que deportistas como Rafael Nadal, Dani Pedrosa, Pau Gasol o Carolina Marín, por citar a algunos de los más destacados, hayan sufrido lesiones importantes.

EL CASO NADAL

El caso de Nadal (Ramírez, N., Cuéllar, J. M., 2007), el deportista español más laureado y sin duda el mejor de todos los tiempos, es un claro ejemplo de superación y sacrificio. En el 2004 sufrió una fractura por «sobrecarga» en el pie izquierdo. Tal lesión derivó en una «artrosis» lo que le genera un dolor persistente que se agudiza durante los entrenamientos o la competición.

La artrosis es un desgaste del cartílago que, hoy por hoy, no tiene cura. El tratamiento que se le propuso en aquel momento fue el de poner en sus zapatillas deportivas unas plantillas correctoras, realizar infiltraciones con ácido hialurónico y analgesia para aliviar el dolor.

El 2005 tampoco fue muy bueno en cuanto a lesiones. Un mal gesto en un torneo le obligó a llevar un tratamiento compensatorio con plantillas que a su vez produjo descompensación en las rodillas lo que derivó en tendinopatías en ambas rodillas.

En 2008 las tendinitis que sufría le obligaron a renunciar a la participación del Masters Cup y en 2009 tuvo que parar durante varios meses.

En una entrevista Nadal afirmaba que “He llevado mi cuerpo muchas veces al límite y sé que tendré secuelas a nivel de rodilla, de pies, articulaciones, cadera…” (Marta, L., 2018).

La trayectoria de Nadal es admirable. Ha logrado ser el mejor deportista español de toda la historia y para ello ha tenido que luchar diariamente contra el dolor. Admirable y digno de elogio es poco para una persona que ha conseguido tanto, pero no podemos afirmar que sea saludable, como tampoco es saludable cargar con las secuelas que le han acarreado la práctica deportiva.

Sin embargo ¿alguien se puede imaginar que, en prevención de posibles lesiones, el entrenador de Nadal le dijera en algún momento «¡Entrena más suave hombre!»?

LAS LESIONES FORMAN PARTE DEL DEPORTE

El ex-campeón de MotoGP, Dani Pedrosa, es otro claro ejemplo de superación y heroísmo. Tras atravesar numerosas lesiones, se vio obligado a entrar 15 veces al quirófano hasta tal punto que es apodado «el hombre de titanio» (Jimenez Rodriguez, R., 2018).

En el ámbito del fútbol profesional en España, un estudio revela que es un deporte con elevada incidencia lesional con 2.184 lesiones registradas en la temporada 2008-2009 (Noyaa, J., Sillero, M., 2012).

Quizás alguien se atreva a justificar las lesiones en deporte profesional como parte de la profesión; el dolor de espalda de un obrero de la construcción lo vemos normal. Tal vez, aunque haya que echarle un poco de imaginación, se puede llegar a entender, sin embargo tenemos que estar de acuerdo en que se aleja mucho del lo que la OMS entiende como salud.

Muchas veces, sin necesidad de sufrir ninguna lesión, el entrenamiento excesivo provoca alteraciones en el organismo como es el caso del ciclo menstrual en las mujeres (Cabrera Cruz, V., González Monterrey, J., & Rodríguez Domínguez, P., 1985. Konovalova, E., 2013. Aguilar Macías, A. S., 2015), la trombosis de esfuerzo (José, A., 2007. Sánchez, F. S. L., & Cortes, R. P., 2020) o la rabdomiólisis por esfuerzo (Vega, J., Gutiérrez, M., Goecke, H., & Idiáquez, J., 2006. Salado-Burbano, J. C., Eskenazi-Betech, R., Alonso-De León, M. T., Canales-Albarrán, S. J., & Halabe-Cherem, J., 2020) aspectos que también se deben de tener en cuenta.

UN ESTUDIO EN PIRAGÜISMO

En términos generales cada deporte genera un número determinado —y elevado— de lesiones deportivas que derivan bien de la especificidad del propio deporte (lesiones específicas) o bien de los entrenamientos alternativos para complementar dicho deporte (lesiones inespecíficas).

Para no extendernos mucho sirva de muestra un estudio exhaustivo que se llevó a cabo en piragüismo (B. Fernández, N. Terrados, J. Pérez-Landaluce, M. Rodríguez, 1992) en el que se ponen de manifiesto el tipo de lesiones que se producen.

Las lesiones específicas que los autores destacan y desarrollan en el artículo se dividen en:

Las originadas por la relacion con el medio, como Catarros, Sinusitis Aguda, Bronquitis, Otitis Externa y Micosis Cutáneas.

Las originadas por la relacion con el material como la Tendinitis Rotuliana de los canoístas y en piragüistas Bursitis Isquiática, tendinitis, la Coccigodinia, Paniculitis y Dermatitis de contacto

Patologias originadas por un defecto de la tecnica o por una sobrecarga funcional en el Tronco, Hombro, Codo, Muñeca y Mano.

El estudio es extenso y aquí solo se han citado las lesiones sin entrar a explicar los motivos para no dilatar demasiado este artículo. En general se aprecian todo un rosario de lesiones que la mayoría de piragüistas llegan a padecer en algún momento de su carrera de una u otra manera.

Por cierto, los autores no detallan las «lesiones inespecíficas» que seguro daría para otro también extenso.

Todos los deportes acumulan anualmente un número determinado de lesiones específicas e inespecíficas entre sus deportistas; es una realidad y un mal endémico del deporte; y lesionarse no es saludable.

EPIDEMIOLOGÍA DE LAS LESIONES DEPORTIVAS

Hace unos años en España la Mutualidad General Deportiva (MGD), ente al que había que pertenecer para participar al menos en competiciones deportivas nacionales, presentaba anualmente unas estadísticas de los lesionados por cada deporte. Hoy en día las federaciones contratan seguros privados para sus deportistas y los datos sobre los lesionados no los hacen públicos, por lo que tenemos que recurrir a la literatura científica.

Es raro encontrar un atleta que a lo largo de su vida deportiva no se haya lesionado al menos una vez. Existen multitud de estudios que ponen en evidencia las lesiones específicas en distintos deportes, su epidemiología y la prevalencia de las mismas. Para hacer una consulta solo basta con llevar a cabo una sencilla búsqueda en Google Académico, MedlinePlus o Pubmed.

Un ejemplo lo vemos en un estudio observacional, descriptivo y prospectivo (R.P. Garrido Chamorro; J. Pérez San Roque; M. González Lorento; S. Diéguez Zaragoza; R. Pastor Cesteros; L. López-Andújar Aguiriano; P. Llorens Soriano; 2009), se analizaron 2.000 lesiones deportivas que fueron atendidas en el Servicio de Urgencias Hospitalarias (SUH) durante un periodo de 4 años.

Se llegó a la conclusión de que la mayoría de las lesiones eran sufridas por deportistas jóvenes, normalmente la lesión se localiza en el miembro inferior y se necesita tratamiento ortopédico.

Lo más relevante del estudio es la «elevada incidencia» de lesiones que derivan en tratamiento ortopédico, algo que, según los autores, se debe considerar por la repercusión que pueda tener en el ámbito sociolaboral.

Tomamos otro ejemplo como referencia llevado a cabo por el servicio de cirugía ortopédica y traumatología del hospital San Francesc de Borja de Gandia (S. Orenga Montoliu; V. Hurtado Oliver; B.R. Picazo Gabaldón; M. Gracia Ochoa; S. Escribano Zacarés; I. Capó Soliveres; C. Villanueva Dolcet; 2020), realizó un estudio con 63 hombres y 38 mujeres judokas pertenecientes a cuatro clubs con el objeto de valorar la prevalencia, tipo y distribución de las lesiones sufridas a lo largo de su vida deportiva. Se registraron un total de «652 lesiones». ¡Cada judoka, a lo largo de su vida deportiva, sufrió una media superior a 6 lesiones!

Algunas de las lesiones son endémicas y se caracterizan por los apelativos derivados del propio deporte, como el «pulgar del esquiador», lesión del ligamento colateral cubital de la articulación metacarpofalángica del pulgar producida por abducción e hiperextensión (López, J. L. A., Arias, A. P., Sarasúa, J. G., & Lorenzo, J. S., 1993); «el codo del tenista o epicondilitis», tendinosis crónica producida en la mayoría de los casos por el sobre uso de los músculos extensores del antebrazo (Alonso, R. M. H., Olivares, M. S., Alonso, P. N., & Rodríguez, G. C., 2005); o el «hombro del lanzador», lesión degenerativa propia de lanzadores debida a las altas fuerzas impuestas a la articulación durante el movimiento de lanzamiento (Braun, S., Kokmeyer, D., & Millett, P. J., 2009).

EL SÍNDROME DE BURNOUT EN DEPORTISTAS

El síndrome de burnout es algo así como el «síndrome del quemado», lo que entendemos coloquialmente como aquello que siente una persona que se encuentra agobiada o estresada en su trabajo.

Este síndrome fue estudiado inicialmente en los años 70, momento en el que se definió como «una sensación de fracaso provocado por una sobrecarga de exigencias, de energías y de recursos personales» (Freudenberger, H. J. 1974).

Años más tarde este concepto fue desarrollado definiéndose como «un síndrome tridimensional» (Maslach, C y Jackson, S. E., 1981) que se caracteriza por:

– El agotamiento emocional, debido al sobreesfuerzo físico y cansancio emocional.

– La despersonalización, sensación de extrañeza hacia uno mismo, a su propio cuerpo y al ambiente que lo rodea.

– La reducida realización personal, lo que conlleva una pérdida de confianza en la realización personal y como consecuencia un autoconcepto negativo.

En el ámbito del deporte, el síndrome de burnout ha sido estudiado en profundidad por Garcés de los Fayos, quién en varios artículos destaca que los efectos en el deporte son similares a los observados en el ámbito laboral (Garcés de los Fayos Ruiz, E. J., 2012; Garcés de Los Fayos Ruiz, E. J., & Canton Chirivella, E., 1995; Carlin, M., & Garcés de los Fayos Ruiz, E. J., 2010). Quizás lo más predominante sea el efecto final en el deporte, el abandono de la práctica deportiva.

Las consecuencias que sufren las personas aquejadas con el síndrome del burnout pueden ser entre otras (Gil-Monte, P. R., 2003):

– Emocionales: distanciamiento emocional, sentimientos de soledad, sentimientos de alienación, ansiedad, sentimientos de impotencia, sentimientos de omnipotencia.

– Actitudinales: Actitudes negativas, cinismo, apatía, hostilidad, suspicacia.

– Conductuales: agresividad, aislamiento, cambios bruscos de humor, enfado frecuente, gritar con frecuencia, irritabilidad.

– Somáticas: alteraciones cardiovasculares, como palpitaciones o hipertensión; problemas respiratorios, como crisis asmáticas, o catarros frecuentes; problemas inmunológicos, como mayor frecuencia de infecciones, alergias o alteraciones de la piel; problemas sexuales, problemas musculares, como dolor de espalda, fatiga o rigidez muscular; problemas digestivos, como gastritis, náuseas o diarrea; alteraciones del sistema nervioso, como jaquecas, insomnio, o depresión.

El tratamiento es muy complejo y pasa por el abandono de la práctica deportiva durante un tiempo. Al final algunos consiguen recuperarse y vuelven al deporte; otros, con menos fortuna, se quedan por el camino.

¿Cuántos deportistas se ven afectados por el síndrome de burnout?

Algunos autores lo cifran en el 6% (Jiménez, G., Jara, P., & García, C., 1995); Garcés de los Fayos lo encontró en el 7,62% (1999); mientras que Medina Mogena (2001) aporta un 10% (Citado por Garcés de los Fayos Ruiz, E. J., Ortín Montero, F., & Carlin, M., 2010; p. 216.)

Otros estiman que la prevalencia de burnout en jóvenes deportistas de élite alcanza el 12% (Gerber et al., 2018).

Sin embargo, encontramos estudios donde la prevalencia es mayor. En México se analizaron a 159 jóvenes deportistas de alto rendimiento cuya media de edad era 16,8 años, se encontró que el 37,1% padecía el síndrome de burnout (Reynaga EP, Pando MM., 2005).

En Brasil obtuvieron datos similares en el equipo nacional de judo (20 judokas) después de medir las variables con el «Athlete Burnout Questionnaire (ABQ)» en cuatro momentos distintos de la temporada. Los datos de la prevalencia de burnout informaron que el 35% de la muestra experimentó agotamiento en la fase previa (M1), 60% en M2, el 35% en M3 y 25% en M4. Considerando toda la temporada (de M1 a M4) (Pires, D.A., & Ugrinowitsch, H., 2020).

En cualquier caso, el síndrome de burnout es otro de los graves problemas que acechan a los deportistas y ninguno está libre de sufrirlo. Iniesta, Buffon, Phelps, o Simone Biles entre otros muchos, lo han llegado a padecer.

SECUELAS DE LAS LESIONES DEPORTIVAS

Los sobreesfuerzos continuos, así como las lesiones, dejan secuelas irreversibles al finalizar la etapa deportiva.

Cualquier deporte que se entrena durante años, ejecutando ejercicios que se repiten cientos o miles de veces, con una media superior a las 20 horas semanales, deja una huella definitiva tanto a nivel físico como psicológico.

Esas secuelas, de carácter degenerativo, limitantes y crónicas, ligadas a la degeneración propia del envejecimiento, dan como resultado un doloroso paso por la vejez. Los excesos deportivos pasan factura de tal manera que se considera que el 61,1% de los niños y adolescentes lesionados presentan secuelas permanentes (Marchi AG, Di Bello D, Messi G, Gazzola G., 1999).

En el caso de desgarro del ligamento cruzado anterior o menisco, pasados 10 a 20 años después del diagnóstico, el 50% presentan osteoartritis con dolor asociado y deterioro funcional, lo que se da en llamar «paciente joven con una rodilla vieja» (Lohmander LS, Englund PM, Dahl LL, Roos EM, 2007).

Los boxeadores que reciben golpes conmocionales y subconmocionales en la cabeza que a lo largo de su carrera deportiva llegarán a producir una lesión cerebral traumática crónica (CTBI). Esta lesión se observa aproximadamente en el 20% de los boxeadores profesionales. Clínicamente, presentarán diversos grados de deterioro motor, cognitivo y/o conductual que comparten muchas características con la enfermedad de Alzheimer (Jordan, BD., 2000)

La pubalgia, enfermedad propia de deportistas, suele cronificar y es debida, entre otros, al sobreentrenamiento. Los deportes de mayor riesgo son el fútbol, maratón, tenis, rugby, ciclismo, jockey, patinaje, triple salto, esquí, equitación, esgrima y halterofilia (Kouvalchouk, J. F., 2004. Baños, M. D. P. C., Rojas, J. B. M., Núñez, J. E. B., & Jiménez, J. M. R., 2010).

Las degeneraciones óseas de los atletas, producidas por el exceso de entrenamiento y la competición, afectan a todas las edades y serán fruto de diversas dolencias en la madurez y más tarde en la vejez.

Cuando se producen en el periodo de crecimiento suelen ser graves e irreversibles. Se observan deformaciones en la columna en deportistas jóvenes aquejados de espondilodiscitis, espondilolistesis o la enfermedad de Shuermann (Commandre, F. A., Fourre, J. M., Gagnerie, F., Alaloui, M., & Bouzayan, A., 1985).

EL DEPORTE DE BASE

Los datos mostrados hasta el momento son solo unos pocos ejemplos de algunos estudios en determinados deportes, pero se pueden extrapolar a cualquier disciplina deportiva, incluso cuando se trata de categorías inferiores donde la tendencia a sufrir lesiones no solo no disminuye sino al contrario, aumenta.

La Sociedad Ortopédica Estadounidense de Medicina Deportiva (AOSSM) a principios de 2007 y debido al excesivo número de lesiones en deportistas jóvenes, creó una campaña para concienciar a deportistas, padres, entrenadores e instituciones sobre esta preocupante problemática y establecer unas pautas para reducir las lesiones.

La organización, denominada «STOP Sports Injuries» (DETENER las lesiones deportivas) tomó forma en 2009 y consiguió aglutinar a las organizaciones más importantes de EE UU tales como: la ya nombrada Sociedad Ortopédica Estadounidense de Medicina Deportiva; la Academia Estadounidense de Cirujanos Ortopédicos, la Academia Estadounidense de Pediatría, la Asociación Nacional de Entrenadores Atléticos, la Sociedad Médica Estadounidense de Medicina Deportiva, SAFE Kids USA, la Sociedad Ortopédica Pediátrica de Norteamérica y la Sección de Fisioterapia Deportiva. Todas ellas preocupadas por el aumento de las lesiones deportivas juveniles y comprometidas a DETENER las lesiones deportivas.

La campaña de divulgación pública se centra en la importancia de la seguridad deportiva, concretamente «con el uso excesivo del deporte y las lesiones por traumatismos».

La organización se dirige especialmente a los deportes que tienen las tasas más altas de «uso excesivo» —casi todos— y «lesiones por traumatismos» y aportan unas hojas de consejos para aprender a hacer deporte de manera segura.

Dispone de un sitio web muy completo en el que ofrece consejos específicos por deportes, consejos específicos sobre lesiones y otros consejos relacionados con el deportista, para saber cuando debe parar; con los entrenadores, para cuidar a sus atletas en la prevención de lesiones y para los padres, haciendo hincapié en los «padres difíciles». Se puede consultar la web en el siguiente enlace.

EL DEPORTE DE BASE EN LA ACTUALIDAD

Estudios más recientes señalan que la incidencia de la práctica excesiva de deporte en jóvenes junto con el incremento de lesiones, sigue en aumento.

La «American Medical Society for Sports Medicine» publicó un estudio en el que ponía especial énfasis en la excesiva búsqueda del éxito competitivo en jóvenes, normalmente promocionado por la necesidad de conseguir la participación en equipos de élite, equipos olímpicos y nacionales, conseguir becas universitarias e incluso contratos profesionales.

Todo ello ha generado un enfoque excesivo en el entrenamiento intensivo temprano a la vez que a la competición, lo que conduce a lesiones por «uso excesivo» y al agotamiento o burnout (DiFiori, J. P., Benjamin, H. J., Brenner, J. S., Gregory, A., Jayanthi, N., Landry, G. L., & Luke, A.; 2014).

El artículo es muy extenso y no deja cabo suelto. Llaman especialmente la atención los datos con los que trabajan. Según una encuesta del Consejo Nacional de Deportes Juveniles estadounidense, 60 millones de niños de 6 a 18 años participan en algún tipo de deporte organizado y 44 millones participan en más de un deporte.

Las estimaciones globales de las lesiones por «uso excesivo» frente a las lesiones agudas oscilan entre el 45,9% y el 54%.

Hace especial énfasis en que los estudios epidemiológicos llevados a cabo hasta el momento en los que se analiza el «sobre uso» del deporte. Aseguran que son escasos y que subestiman el concepto de lesión, porque consideran necesaria la pérdida de tiempo de participación deportiva.

Concluye con una llamada de atención sobre los problemas de salud que acarrea la práctica excesiva de deporte en edades tempranas y en la necesidad de educar a padres y entrenadores para hacer del deporte una actividad saludable.

SOCIALIZACIÓN, VALORES Y DEPORTE

Existe una tendencia generalizada a creer que la práctica deportiva en sí misma posee un carácter socializador y de adquisición de valores morales, de la misma manera que entendemos que el entrenamiento aumenta el nivel del sujeto en el deporte practicado.

Quizás esta creencia esté relacionada con el concepto del «fair.play» o juego limpio (Real Academia Española, s.f., definición 7) —deportividad suele utilizarse como sinónimo— que en el deporte hace referencia a la actitud y comportamiento honesto y correcto hacia el contrario, el árbitro, las reglas de juego y el entorno (público, organizadores o medios de comunicación entre otros).

Fair play es un juego limpio, sin trampas, trucos o engaños; sin ofensas, humillaciones o maltratos y aceptando la derrota con dignidad, mientras que se disfruta de la victoria con respeto.

En último término el fair play pretende que el comportamiento deportivo sirva de ejemplo tanto a participantes como observadores de modo que estas conductas se puedan extrapolar a la vida social.

Por otro lado al deporte se le han atribuido valores de desarrollo personal y social; afán de superación, integración, tolerancia, perseverancia, trabajo en equipo, autodisciplina, responsabilidad, o lealtad, entre otros muchos.

En un estudio llevado a cabo en Asturias con 1.088 adolescentes (522 chicos y 566 chicas) que estaban cursando 4º de la ESO, se encontró que los deportistas tenían más desarrolladas determinadas habilidades sociales como «sensibilidad social», «ayuda y colaboración», «seguridad y firmeza en la interacción» y «liderazgo prosocial»; a la vez que mostraban una menor «apatía-retraimiento» y «ansiedad-timidez». También se encontraron diferencias significativas en el «autoconcepto social» y «físico», siendo los deportistas quienes presentaban puntuaciones más altas (Raga Díaz, J. L., 2003). Estos datos coinciden con los obtenidos en otro estudio previo llevado a cabo con 1.136 adolescentes de Gijón (Raga Díaz, J. L., & Rodríguez González, R., 2001).

EL DEPORTE NI SOCIALIZA NI EDUCA EN VALORES

Estos trabajos pretendían averiguar si los deportistas eran más «hábiles» socialmente que aquellos que no practicaban deporte para —en estudios posteriores— analizar y a ser posible determinar, cuál era el motivo de que esto fuera así.

Investigaciones más recientes encontraron en niños y adolescentes de 8 a 19 años que la legitimidad percibida de la conducta deportiva agresiva en deportes de contacto medio era alta (Conroy, DE, Silva, JM, recién llegado, RR, Walker, BW y Johnson, MS; 2001).

También hallaron bajos niveles de fair play en deportes de contacto medio (Cecchini, J. A., Montero, J., Alonso, A., Izquierdo, M., & Contreras, O.; 2007) y en Francia detectaron que la «agresión no autorizada» es inherente a los deportes de contacto (Y. Albouza, M. Wach, P. Chazaud, 2020).

En definitiva el deporte no socializa, ni tampoco educa en valores. Lo que sí hace es crear un entorno que bien puede favorecer la socialización y la adquisición de valores dependiendo del modo en que actúen los agentes sociales tales como la familia, el entrenador, el club, los organizadores o el público entre otros.

Estos agentes sociales no lo van a fomentar por generación espontánea. Hacen falta programas pedagógicos encaminados a tal fin que sirvan no solo para crear conciencia de la problemática actual, sino que aporten medidas de acción para que la socialización en el deporte sea una realidad.

CONCLUSIONES

La inmensa mayoría de artículos de investigación publicados, hablan de los beneficios del deporte y hacen uso de las expresiones «actividad física» o «ejercicio físico» como sinónimos de deporte y ya hemos visto que no es así. El deporte es actividad física y ejercicio físico, pero no toda actividad física o ejercicio físico es deporte.

La principal confusión que genera el deporte es precisamente su definición. Socialmente está aceptado que hace deporte el que sale a caminar, acude a un gimnasio, anda en bicicleta o juega un partido los fines de semana, cuando en realidad están haciendo ejercicio físico o simplemente un poco de actividad física, tal y como hemos visto en las definiciones.

El ejercicio físico programado adecuadamente posee enormes efectos beneficiosos para la salud. Entre otros muchos, permite prevenir y tratar los principales factores de riesgo cardiovascular modificables, como la diabetes mellitus, la hipertensión y la dislipemia; enfermedades endocrinológicas, como la diabetes tipo 2, el síndrome metabólico o la obesidad y el bienestar psicológico.

Los programas enfocados hacia la salud, en términos generales, se basan en tres pilares fundamentales: ejercicio físico, alimentación y descanso; aunque también hay otro pilar al que no debemos dejar de lado, el entorno social favorable.

El deporte por su propia naturaleza es competición, está enfocado hacia los resultados y por tanto lo que importa es ganar. Para ganar hay que ser el mejor —aunque no todos lo consiguen— y ello requiere de muchas horas de entrenamiento, sacrificio y sobresfuerzo.

Por mucha predisposición genética que se tenga se necesita someter al cuerpo a cargas elevadas a las que el organismo se tiene que adaptar para poder subir un escalón tras otro y alcanzar un mayor nivel.

El entrenamiento y, más concretamente, el esfuerzo excesivo, conlleva riesgos para la salud a corto, medio y largo plazo. Debilita el sistema inmunitario, provoca alteraciones en el organismo, favorece la aparición de lesiones y deja secuelas permanentes que, junto con la degeneración propia del envejecimiento, darán como resultado un paso doloroso por la vejez.

Con los años el desgaste físico pasa factura en detrimento de la salud. Raro es ver a un deportista que, a partir de una determinada edad, no se encuentre aquejado de dolores y limitaciones fruto de las lesiones y sobresfuerzos del pasado.

La presión a todos los niveles, tanto personal como familiar y del entrenador para conseguir una clasificación y en general la presión del conjunto de la sociedad, lleva al deportista al límite. El síndrome de burnout es un grave problema que cada vez afecta a más deportistas y en el que cualquiera puede caer. En las últimas olimpiadas de Tokio 2020, el burnout ha sido noticia a raíz de la retirada de Simone Biles de las pruebas de gimnasia.

La evolución del deporte de base en Estados Unidos ha sido negativa debido al enorme número de lesiones entre otros factores. A pesar de haber creado un programa nacional para prevenirlas —Stop Sport Injuries—, los datos actuales nos dicen que van en aumento y esto es extrapolable al resto del planeta.

Desgraciadamente, por muchos programas que se creen para educar en el deporte y conseguir que sea una práctica sana, saludable y un elemento socializador y favorecedor de la adquisición de valores, difícilmente tendrán éxito y si lo tienen será efímero. El motivo es que para el deportista, los padres, los entrenadores y el conjunto de la sociedad lo importante es ganar.

El deporte, en general, debería ser educativo y formativo. Muy pocas veces se ven gestos de «deportividad» o «fair play» hasta el punto que, cuando surge uno, todos los medios de comunicación lo reproducen como algo anecdótico, cuando debería ser lo normal.

Aquel viejo lema de «lo importante es participar», se ha convertido actualmente en el lema del perdedor al que también se le llama mediocre. La sociedad y el entorno del deportista valora el mérito del que sube al podio y sobre todo del que queda primero. No importa el esfuerzo y el sacrificio que el resto hayan realizado, nunca será valorado. En la memoria social solo estará el primero y, como mucho, el segundo y… quizás el tercero.

Conflicto de Intereses: El escrito fue preparado y revisado por el autor, quien declara que no existe ningún conflicto de intereses que ponga en riesgo la validez de lo que aquí se expone.

BIBLIOGRAFÍA

DEFINICIONES

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Acerca de Jorge Raga Díaz

Doctor por la UOV y Master en Alto Rendimiento Deportivo por la UAM y el CSD.

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